Después de la fuga del Chapo del Centro Federal de Readaptación Social No.1 “Altiplano” me puse a investigar un poco sobre lo que es una prisión de máxima seguridad. Doy cuenta, de manera breve, del trabajo académico que hay sobre prisiones de alta seguridad, y en especial quiero destacar porqué es crucial el testimonio que le dio Flavio Sosa a Diego Enrique Osorno en Horizontal sobre su estadía en tan temida prisión.
Quiero destacar eso. Temida. La literatura académica que abunda sobre las prisiones de máxima seguridad, Supermax, versa sobre los efectos psicológicos que causa estar en una prisión de este tipo. Esto se debe a que la principal característica de la prisión de alta seguridad es que los prisioneros están sometidos al confinamiento solitario, por largos periodos de tiempo, sin actividades recreativas. Esto implica, literalmente, mantenerlos encerrados sin contacto humano. El tratamiento protocolario para los presos es mantenerlos 23 horas encerrados, y se les permite estar una hora en un patio con bardas altas. El relator sobre la tortura para las Naciones Unidas, Juan Méndez, considera que el aislamiento de presos debería ser prohibido para la mayoría de los casos.
Mears y Watson, en una revisión amplia de la literatura en el tema, encuentran que los impactos negativos de las prisiones Supermax son exacerbar las enfermedades mentales de los presos, incrementar la probabilidad de abuso, impedir la reintegración de los presos a cualquier otro contexto, afectar su salud física, y arriesgar la seguridad del personal de la prisión por un potencial incremento de conductas violentas de los detenidos. Mears, Kurki y Morris y Shalev en sus estudios afirman que no queda claro y evidente porqué el aislamiento es el criterio último de una prisión de alta seguridad. Parece ser que hay un objetivo más ideológico que practico en hacer cárceles de este tipo: un castigo extremo para quien, a consideración el gobierno, es un criminal merecedor del mismo. El texto de Kurki y Morris, basado en los estudios que existen sobre las prisiones de máxima seguridad en Estados Unidos, afirma que de hecho no hay un criterio claro de quiénes si y quiénes no deberían ir a una Supermax.
Las Supermax son especialmente controversiales para el gremio de los arquitectos. La asociación Architects/Designers/Planners for Social Responsibility (ADPSR) ha mantenido una campaña desde 2004 para pedirle a todos los arquitectos del país que no participen en la construcción de lo que llaman “cámaras de la muerte”. El nombre de cámaras de la muerte parece exageración, pero no, la ADPSR afirma que en los planos para las prisiones de máxima seguridad de EEUU hay espacios específicamente diseñados para realizar ejecuciones.
Jeffrey Ian Ross editó un libro colectivo sobre las prisiones de máxima seguridad en el mundo. En la introducción afirma que no tienen una conclusión clara sobre porqué ha crecido el número de prisiones de máxima seguridad desde los años ochenta para tener encarcelados a “los peores de los peores”. Lo que si afirma es que la creación de estas prisiones ha homogeneizado la idea de castigo criminal que ha promovido Estados Unidos. Además, afirma que cada país ha tenido diferentes razones para crear estas prisiones.
En la búsqueda por información me encontré con está tesis de licenciatura en arquitectura de la UNAM. Martín Cruz Elías hace un buen resumen de la clasificación de las prisiones de máxima seguridad en México. Las prisiones federales son de nivel 5-6. Cito: “Es el más alto nivel de seguridad que se puede permitir en un centro de reclusión. Entre sus cualidades, debe haber una clara separación entre la custodia y los internos, un marcado manejo de circulaciones diferenciadas, la limitación de contacto con el exterior, la reducida comunicación e interacción entre internos, una máxima restricción en el acceso al centro, la integración de elementos tecnológicos en materia de seguridad, la utilización de armamento disuasivo y represivo, además de instalaciones especiales que, por las características del complejo, deben realizarse para garantizar su funcionamiento y seguridad. Aquí la seguridad abarca dos instancias, tanto prevenir que los internos escapen así como proteger las instalaciones contra acciones hostiles del exterior.”
Según el arquitecto, la prisión del Altiplano fue construida entre 1988 y 1990, y fue puesta en funcionamiento en 1991. Esta prisión, dice, tiene sistemas y equipos electrónicos de circuito cerrado de televisión, control de acceso, alarmas, detectores de metal, drogas y explosivos, y sensores de presencia. La prisión “Occidente”, Puente Grande, es similar a Altiplano y funciona desde el año 1993. La prisión “Noreste”, ubicada en Matamoros, comenzó a operar en el año 2000. En 1996 fue puesta en operación el Centro Federal “Oriente”, ubicado en Villa de Aldama, Veracruz. Este último penal era estatal y fue transferido al sistema federal en 2009. Estás prisiones fueron construidas después del endurecimiento de la política de persecución de líderes de cárteles de la droga, poco después del asesinato del agente de la DEA, Enrique “Kiki” Camarena.
El aislamiento de los presos, el sistema cerrado de televisión, los sensores de movimiento, y el estricto diseño “celular” que evita el contacto entre presidiarios hace prácticamente imposible que alguien en una prisión de alta seguridad escape de los ojos de los custodios. A menos, claro, que haya tenido apoyo dentro y fuera de la prisión. Es sumamente extraño que se hable de una zona de regaderas cuando, como narra Sosa, la regadera está dentro de la celda. Es además impensable que se le permita libertad de movimiento a un presidiario de un penal como del que escapó el Chapo.
No sólo hay que preguntarnos sobre cómo salió el Chapo. También hay que preguntarnos sobre el surgimiento de las prisiones de máxima seguridad en México. Sobre todo hay que preguntarnos si el confinamiento solitario tiene lógica para nuestro sistema de readaptación social (así es, readaptación). En absoluto quiero decir que se relajen las previsiones de seguridad para evitar más fugas. Pero si deberíamos cuestionarnos moralmente si el Estado mexicano debe seguir diseñando prisiones con confinamiento solitario.
Hacen falta muchas explicaciones por parte del gobierno. La fuga del Chapo sólo es una de ellas.
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