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Blues mexiquense

Soñé hace muchos años en la caída del PRI en el Estado de México. Bromeaba sobre este escenario con un amigo cercano, cristalizado en el derrumbe de la estatua de Carlos Hank González sobre la Avenida Tollocan, en Toluca. Quizás por fin suceda. Quizás por fin veremos el fin del Grupo Atlacomulco, que produjo la tórrida presidencia de Enrique Peña Nieto y más de un siglo de corrupción en mi entidad. Sin embargo, no llego a este momento con entusiasmo.

En cierta manera creí en la hipótesis de que la corrupción es el único obstáculo al desarrollo, vía el reemplazo de la élite gobernante. En este caso, el Grupo Atlacomulco. Viendo los pasados cinco años de gobierno de Morena, no veo como un reemplazo de élites (en esa ocasión también el Grupo Atlacomulco) traiga cambios substanciales. Es más, lo que he visto estos cinco años es continuidad de muchas políticas, austeridad, y militarización. Y no muchos avances en medio ambiente o transporte público -ni si quiera el tren Ciudad de México a Toluca está terminado. Hoy por hoy, veo solo dos programas de élites que se disputan que nombre tendrá el programa de transferencias de efectivo.

Quien me conozca desde hace años sabe que milité en el PRD por muchos años y trabajé en mis municipios mexiquenses por las campañas a gobernador. Desafortunadamente, he perdido progresivamente la fe en los partidos como vía de cambio. No veo un partido que lleve consigo la agenda política que me representa: izquierda democrática, igualitaria y ambientalista. De hecho, desde que tengo memoria, he visto pésimos gobiernos municipales de todos los partidos en el Estado de México, incluido Morena. Como botón de ejemplo, un gobierno de Morena trató de destruir el único parque público en la zona más pobre de Metepec para poner un cuartel militar.

No tengo hoy, como solía tener de joven, esperanza en un cambio en el gobierno estatal. Ojalá, pero no soy optimista. Nací en Naucalpan, viví en Ecatepec, Tejupilco y Metepec. Estudié en Toluca y Naucalpan. El Estado de México ha sido mi vida. Y me gustaría ver un cambio. Quisiera la calidad de vida en mi entidad ya no fuera una cruel broma casual. Tiene que ser un Estado vivible.

Más allá de quien será la gobernadora del Estado, necesitamos una sociedad que demande más y mejor transporte público, aire limpio, reorganización urbana, un nuevo modelo de seguridad ciudadana, y menor desigualdad. Entiendo que muchos nos entusiasmamos en algún momento con el simbolismo de un cambio de élites. Sin embargo, sin resultados concretos, no hay simbolismo que alcance. Sin resultados concretos, es simplemente tribalismo.

Aun así, estoy feliz que pude votar desde el extranjero como mexiquense, porque quiero que mi boleta anulada cuente también.