A reserva de los ultras liberales que seguro habrán revisado su obra a mayor profundidad, creo haber vivido en ese gobierno mínimo que soñaba Ayn Rand, incluso creo llevado a un extremo más allá de lo que esperaba. El libertario sueña con el “Estado vigilante de noche”, uno que exclusivamente tiene tribunales, policías, militares y fiscales, donde su única función es proteger la libertad y la propiedad privada. El Morelos a donde llegué es exactamente ese Estado mínimo, con excepción que los tribunales funcionan poco, no hay muchos policías, los militares no actúan y los fiscales pueden ser asesinados.
Fui invitado al Gobierno de Morelos al primer mes de administración, que es a final de cuentas el inicio de la curva de aprendizaje, el ajuste del aparato gubernamental, la revisión de lo que se dejó y la planeación de lo que sigue. Invitado para trabajar el tema de educación, paz y democracia, comenzamos Pablo Hernández, un equipo de jóvenes de sociedad civil, universitarios y funcionarios de gobiernos municipales a revisar las condiciones en que recibíamos el Instituto de la Juventud del Estado, ¿qué concluimos? No había nada. A que me refiero con nada, no me refiero a que no encontráramos oficinas, maquinas, personal y recursos, me refiero a que el Instituto en esencia nunca hizo nada relevante antes, poco presupuesto para ejecutar programas, una plantilla que solo alcanzaba para funciones administrativas irrelevantes, poca relevancia institucional dentro del gobierno y en también sin siquiera un manual de que hacían antes ahí.
Más allá de las coyunturas, programas y acciones del actual gobierno de Graco Ramírez, del Instituto (que creo que camina por la relevancia institucional que 7 años de existencia no le dieron), quiero comentar las condiciones que enfrenta un gobierno estatal como el de Morelos.
Oficina del gobierno que conocí, burócratas que frecuente, reunión a la que asistí la discusión sobre los diagnósticos eran breves y claras, a la hora de tomar decisiones de acción, las reticencias eran iguales para todos “no tengo suficiente personal”, “no tengo presupuesto” “puedo ofrecer estos mínimos” y en realidad las acciones a tomar resultaban “políticas light”, es decir actos irrelevantes como cursos, talleres, platicas y eventos. El gobierno local sin dinero es la extracción hasta lo último del tiempo sus limitados recursos humanos, para cubrir lo que siempre nos decíamos “nunca podremos cubrir 33 municipios”.
El gobierno local no recauda, de hecho siguió la tendencia de eliminar tenencia vehicular y otros impuestos ambientales. El presupuesto en su mayoría son transferencias federales, es decir, el presupuesto que ejerce el gobierno está etiquetado para los fondos que define el gobierno federal y una reducida bolsa para gasto local, que en general termina en gasto corriente. Así que cuando se comienza a hablar de programas la discusión gira alrededor de que no hay recursos y lo que más puede hacer el gobierno es ejecutar programas federales. Secretaría por Secretaría las acciones desde lo local son hechas explotando recursos humanos con poco impacto y lo que más hacen es ejecutar programas federales. Las secretarías e institutos somos ejecutores de los programas federales y ya.
Mi experiencia personal fue de mucho aprendizaje pero de calamitosa sobrecarga de asuntos al igual que mis compañeros. Al pasar de los meses no sólo ejecutaba los programas de concursos del Instituto Mexicano de la Juventud, también me encargué un tiempo de redes sociales, página de internet, además de prevención del delito, diseño de proyectos para programas federales, asesoría para la ley de juventud del Estado, derechos humanos más lo que se acumulará. Con una plantilla reducida todos manejamos demasiados temas sin capacidad de profundizar en nada por la necesidad de cumplir actividades (más no proyectos).
El gobierno local carece de oficinas en todo el Estado y replica el mismo modelo que el gobierno federal, usar a los municipios para ejecutar nuestros programas, igualmente con los mismos resultados. Es la cadena de las precariedades tratando de resolver infinidad de problemas sin personal, recursos y posibilidad de acción. No hablamos de que los gobiernos ejerzan funciones amplias y controlen todo con burocracias inmensas, sino simplemente capacidad de responder de manera mínima al alto nivel de expectativas por medio de proyectos realmente significativos. Las buenas ideas siempre fueron además arrolladas por las burocracias diseñadas explícitamente para hacer que la burocracia no funcione – la ridiculez de la administración, limitando el gasto irrelevante gastando de manera irrelevante-.
Y al final la planeación, al final el diagnostico, al final el diseño, la atención organizacional a los problemas se reduce a casi nada en la ejecución de programas federales irrelevantes. No hay tiempo para la discusión y diseño de políticas que tanto dicen los gobernantes –todos- ya que al final sólo se responde con la próxima política light que no implica gastar nada y no mover nada. Todo esto en un ambiente con pocos servidores públicos con conocimientos y un mar de operadores electorales en puestos de diseño de políticas. La primera pelea en el gobierno es por convencer a quien nada más sabe acarrear personas a las urnas de la importancia del gobierno y no de la conferencia de prensa del gobernador.
En especial del tema de género y de juventud no importa en el discurso progresista del gobierno, la importancia de las instituciones de este tema es casi nula. Pero eso sí, las secretarías diseñan los programas – o más bien como ejecutar los programas federales – que tengan que ver con jóvenes o género sin los que trabajamos el tema. Regresan las políticas que promueven roles de género machistas y criminalizan jóvenes con rapidez. El constante conflicto de jóvenes y mujeres es primero no ser discriminados dentro del mismo gobierno cuando tienen el tema y lo promueven, es abierta discriminación por creer a las mujeres incapaces y a los jóvenes inexpertos.
En mis meses en el Estado de Ayn Rand me retiro con un broche, una protesta más por la seguridad en el Estado. Pero nadie piensa en cómo fortalecer a la entidad que provee de esa seguridad y sólo desea resultados cuando una oficina de cinco personas se dedica a prevenir la violencia en un Estado. Miramos al DF y admiramos sus políticas locales pero no entendemos realmente como se pusieron en marcha.
Lecciones para rearmar el Estado que el PAN y el PRI desmantelaron. Recaudar más, mucho más, gastar progresivamente (para eso darse tiempo de planear, diagnosticar y consultar), servicio profesional de carrera en gobiernos locales y municipales, aumentar una plantilla de profesionales para servicios, reelección de gobiernos locales, real separación entre diseñadores y ejecutores, dedicar lo mínimo a programas federales (a menos que sean relevantes) y aumentar la presencia regional de los gobiernos locales. Creo es una agenda mínima que me quedo clara para gobiernos locales, antes de lo demás, porque lo demás que es urgente, necesario, indispensable, necesita de este mínimo de Estado, un poco más de lo que Rand le gustaría.